Epistolario:
Una Rama Literaria
Escribe:
Celso R. Dal Maso
Huinca Renancò (còrdoba) Argentina
Desde la tierna infancia, en que escribimos
nuestra garabateada primera carta a los reyes
magos, y luego en el transcurso de nuestras
vidas, en màs ò menos cantidad, hemos escrito
cartas, sinónimo de esperanzas, de emoción,
consuelo ò alegría.
La carta esperada, deseada, escrita por un puño
juvenil, quizás la del conscripto que espera
ansioso, que llega del terruño natal, de su
madre, de su padre, de su hermana, su novia, o
la amiga de la infancia. Las cartas nos dan la
oportunidad de improvisar y hacer reflexiones
que hablando quizás no se nos hubiesen ocurrido,
asì mismo pueden ser adornadas con metáforas,
apotegmas, descripciones, humorismo, anécdotas,
y que en un conjunto harán la delicia de quienes
la lean, llegando a veces al brillo sin que
decaiga su caudal íntimo e informativo, dando
satisfacción a quien escribe y al lector.
Pensemos que, casi por el
valor de siete caramelos, podemos hacer llegar
una carta a cualquier punto del país. En
Francia, unos alpinistas encontraron una saca
conteniendo correspondencia transportada por un
avión que se estrelló cerca del ligar del
hallazgo hace … treinta años. El correo procedió
a entre gar las cartas a sus respectivos
destinatarios, imaginaos la sorpresa de quienes
recibieron las cartas con tanto atraso, si es
que aùn estaban en el mundo de los vivos. Quizás
la carta
màs
demorada haya sido la que envió un soldado de
Carlos II a la señora Margaretha
Nilsdotter de
Suecia, la carta llegó sin inconveniente a
Copenhague pero allì se quedó porque Dinamarca
estaba en guerra con Suecia en 1711.
Recientemente el correo danès procedió a
enviarla a Suecia, pero al no aparecer
descendiente del destinatario, la carta fuè a
parar a un museo. Habìan transcurrido nada menos
que 270 años
Las cartas, son medios muy ùtiles para los
tìmidos y para quienes traicionados por los
nervios, no pueden expresarse verbalmente con
elocuencia, asi mismo para aquellos que deben
comunicar o pedir algo muy trascendente en su
vida, como una declaración de amor.
Cartas hay que son testigo y os describen toda
un época, como las de Marìa de Rabutin-Chantal,
màs conocida como Madame De Sevignè (apellido de
casada), (1626-1696).
Esta dama tan mundana y
elegante como espiritual, dejó a la posteridad
un total de 1500 cartas escritas a sus amigos y
también a su hija Francisca Margarita; reflejan
admirablemente la sociedad de su época, las
infamias y esplendores de la corte francesa,
intrigas, hechos históricos y mundanos,
rivalidades y secretos escandalosos, relatados
en
un
estilo brillante, profundo y sicològico. Madame
de Sevignè, sin proponérselo, nos revela los
pormenores de una época, y de no haber escrito
esas cartas, su talento como escritora hubiese
pasado desapercibido.
Otras cartas que también
nos llegan del pasado, pueden ser o solo
históricas sino también proféticas, como las
cartas que escribió en latìn Santa Odelia en el
año 660 a su hermano, el príncipe de Francia. En
esas cartas, Santa Odelia relata a su hermano
unos sueños que se repetían con insistencia e
inquietante realismo; se trataba de una guerra
pavorosa, descripta como lo hubiese hecho una
persona de esa época en que no existían aviones
ni submarinos, empero la narración coincide
asombrosamente con la última guerra mundial a
partir del 30 de enero de 1933 al convertirse
Hitler en canciller de Alemania.
“Alemania llevarà la fama
de ser la nación màs beligrante del
mundo entero.
En su vientre engendrará un
guerrero terrible (por Hitler) “ “convirtiéndose
en
un jefe extraordinario, llegarà desde las
márgenes del Danubio” “El vencedor alcanzará el
apogeo de su gloria aproximadamente durante la
mitad del sexto mes del segundo año del comienzo
de las agresiones” “La duración de la segunda
parte de la lucha será igual a la mitad de la
primera”, “entonces veinte naciones se batirán”
“la tercera etapa será la màs breve y el
conquistador habrá perdido ya la fe en sus
guerreros”, “las tierras del conquistador serán
ocupadas y saqueadas”, “en oriente, donde las
tropas del conquistador perecerán de una extraña
enfermedad (refiriéndose a las enfermedades de
imposible diagnóstico provocadas por los
estallidos nucleares de Hiroshima .( 6/8/45) y
Nagaski
(9/8/45)
y las posteriores mutaciones biológicas) “sin
embargo, las guerras seguirán y será el
principio del fin”.
Si paseamos nuestra mirada por los últimos
treinta años, comprobaremos que, en efecto, las
guerras continuaron, y según la carta, seria
este el principio. Solo nos resta elevar una
plegaria para que no se cumpla la postrer
profecía.
La epístola, una rama literaria que
aparentemente se extingue por el trajín diario,
la TV, la radio, los pasacassettes, en realidad
sigue vigente en los propicios momentos de
recogimiento en que deseamos comunicarnos
literaria y espiritualmente.
De todas las cartas que recibimos durante
nuestra existencia, quizás la menos deseada, sea
por lo dramático de su contenido, y por el sabor
a impotencia que nos deja, el mensaje del
suicida, con su lùcido y póstumo llamado de
amor.-
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