sábado, 19 de marzo de 2016

Nº 75 - Otoño 2016

Pachamama

El Rescatador

Publicado en Revista Literaria “Mapuche “. Año 1 – Nº 4 - Junio de 1982  (impresa)

Epistolario:
Una Rama Literaria
                                   
                           Escribe: Celso R. Dal Maso
                           Huinca Renancò (còrdoba) Argentina
                            
Desde la tierna infancia, en que escribimos nuestra garabateada primera carta a los reyes magos, y luego en el transcurso de nuestras vidas, en màs ò menos cantidad, hemos escrito cartas, sinónimo de esperanzas, de emoción, consuelo ò alegría.
 
La carta esperada, deseada, escrita por un puño juvenil, quizás la del conscripto que espera ansioso, que llega del terruño natal, de su madre, de su padre, de su hermana, su novia, o la amiga de la infancia. Las cartas nos dan la oportunidad de improvisar y hacer reflexiones que hablando quizás no se nos hubiesen ocurrido, asì mismo pueden ser adornadas con metáforas, apotegmas, descripciones, humorismo, anécdotas, y que en un conjunto harán la delicia de quienes la lean, llegando a veces al brillo sin que decaiga su caudal íntimo e informativo, dando satisfacción a quien escribe y al lector.
 
Pensemos que, casi por el valor de siete caramelos, podemos hacer llegar una carta a cualquier punto del país. En Francia, unos alpinistas encontraron una saca conteniendo correspondencia transportada por un avión que se estrelló cerca del ligar del hallazgo hace … treinta años. El correo procedió a entre gar las cartas a sus respectivos destinatarios, imaginaos la sorpresa de quienes recibieron las cartas con tanto atraso, si es que aùn estaban en el mundo de los vivos. Quizás la carta  màs demorada haya sido la que envió un soldado de Carlos II a la señora Margaretha  Nilsdotter de Suecia, la carta llegó sin inconveniente a Copenhague pero allì se quedó porque Dinamarca estaba en guerra con Suecia en 1711.
Recientemente el correo danès procedió a enviarla a Suecia, pero al no aparecer descendiente del destinatario, la carta fuè a parar a un museo. Habìan transcurrido nada menos que 270 años
 
Las cartas, son medios muy ùtiles para los tìmidos y para quienes traicionados por los nervios, no pueden expresarse verbalmente con elocuencia, asi mismo para aquellos que deben comunicar o pedir algo muy trascendente en su vida, como una declaración de amor.
Cartas hay que son testigo y os describen toda un época, como las de Marìa de Rabutin-Chantal, màs conocida como Madame De Sevignè (apellido de casada), (1626-1696).
Esta dama tan mundana y elegante como espiritual, dejó a la posteridad un total de 1500 cartas escritas a sus amigos y también a su hija Francisca Margarita; reflejan admirablemente la sociedad de su época, las infamias y esplendores de la corte francesa, intrigas, hechos históricos y mundanos, rivalidades y secretos escandalosos, relatados en  un estilo brillante, profundo y sicològico. Madame de Sevignè, sin proponérselo, nos revela los pormenores de una época, y de no haber escrito esas cartas, su talento como escritora hubiese pasado desapercibido.
 
Otras cartas que también nos llegan del pasado, pueden ser o solo históricas sino también proféticas, como las cartas que escribió en latìn Santa Odelia en el año 660 a su hermano, el príncipe de Francia. En esas cartas, Santa Odelia relata a su hermano unos sueños que se repetían con insistencia e inquietante realismo; se trataba de una guerra pavorosa, descripta como lo hubiese hecho una persona de esa época en que no existían aviones ni submarinos, empero la narración coincide asombrosamente con la última guerra mundial a partir del 30 de enero de 1933 al convertirse Hitler en canciller de Alemania. “Alemania llevarà la fama de ser la nación màs beligrante del  mundo entero.
En su vientre engendrará un guerrero terrible (por Hitler) “ “convirtiéndose  en un jefe extraordinario, llegarà desde las márgenes del Danubio” “El vencedor alcanzará el apogeo de su gloria aproximadamente durante la mitad del sexto mes del segundo año del comienzo de las agresiones” “La duración de la segunda parte de la lucha será igual a la mitad de la primera”, “entonces veinte naciones se batirán” “la tercera etapa será la màs breve y el conquistador habrá perdido ya la fe en sus guerreros”, “las tierras del conquistador serán ocupadas y saqueadas”, “en oriente, donde las tropas del conquistador perecerán de una extraña enfermedad (refiriéndose a las enfermedades de imposible diagnóstico provocadas por los estallidos nucleares de Hiroshima .( 6/8/45) y Nagaski  (9/8/45) y las posteriores mutaciones biológicas) “sin embargo, las guerras seguirán y será el principio del fin”. Si paseamos nuestra mirada por los últimos treinta años, comprobaremos que, en efecto, las guerras continuaron, y según la carta, seria este el principio. Solo nos resta elevar una plegaria para que no se cumpla la postrer profecía.
 
La epístola, una rama literaria que aparentemente se extingue por el trajín diario, la TV, la radio, los pasacassettes, en realidad sigue vigente en los propicios momentos de recogimiento en que deseamos comunicarnos literaria y espiritualmente.

De todas las cartas que recibimos durante nuestra existencia, quizás la menos deseada, sea por lo dramático de su contenido, y por el sabor a impotencia que nos deja, el mensaje del suicida, con su lùcido y póstumo llamado de amor.-

Jorge W. Àbalos


Guilli Llampa

Guilli Llampa murió en la puna jujeña. Su muerte me despierta un dolor profundo, casi visceral. Se que su recuerdo me mortificará siempre ; porque para mi, él se morirá mil y mil veces.
Ese collita moreno, de ojos ligeramente rasgados, de cabello áspero y renegrido, con ojotas, poncho de llama y sombrero ovejuno, Güilli el pacífico, el benévolo, el dulce, el suave, como su apellido quichua lo sugiere, se murió porque quiso aprender a leer. El  deseaba agrandar el horizonte que le cerraban los cabrosos picos andinos; y día tras día, trepando cerros, bordeando hondonadas, bajando cuestas iba a la escuela silvestre en donde con un grupo de changos como él, aprendía el abecedario y comenzaba a comprender que pertenecía a una patria mucho más grande de lo que sus montañas le dejaban ver.
Esa fría tarde, Güilli regresa de la escuela a su casa. El camino es largo y escarpado, pero él es un montañés con pulmones de altura y pantorrillas de acero. Su sobado libro de lectura - que le muestra niños rozagantes, limpios, de blancos guardapolvos- y su cuaderno de desprolijas hojas de puntas enrolladas, llenas de signos escritos trabajosamente al lado del fogón, se aprietan en su mano. Güilli  camina y camina.
En su rancho de piedra y barro lo espera el abrigo seguro, el fuego encendido, el locro humeante y la tibieza acogedora de su madre. Apresura el paso; él piensa ahora e la tortilla cocida al rescoldo. Al alcanzar una meseta, un ramalazo de viento helado lo conmueve. Unas rocas le ofrecen refugio tentador. Descansará un rato y luego seguirá. Se acurruca y se siente cómodo. Poco a poco va cayendo en una grata modorra. En el cielo azul Chaska Koyllur el lucero, ha comenzado a brillar tenuemente; Güilli se ha quedado mirándolo …
(Guilli Llampa duerme tranquilo. Un gran suri blanco, el Espíritu de la Montaña, vigila su sueño y lo arropa con sus alas Chaska Koyllur, como un gran ojo del cielo, lo mira).-

 Naciò  en 1915 en la ciudad de La Plata. Considerado como uno de los mas sobresalientes escritores de Amèrica en los últimos tiempos, Jorge W. Abalos, supo ganarse el afecto de quienes lo conocieron, asi también de sus lectores, a través de su benemérita obra comprendida en el área de la ciencia y la literatura
Publicò: Shunko” (traducido en varios idiomas), “Animales, Coplas y Leyendas”; “Norte Pencoso”, “Que sabe usted de víboras”, etc; tiene además publicado 60 trabaos sobre investigación científica.


Jorge W. Abalos, falleció en octubre de 1979, en la ciudad de Còrdoba, donde residía desde hace tiempo.-

Miguel Abuelo


Letras en el Rock Argentino
 
Mariposas de madera
 
Miguel Abuelo
 
Mariposas de madera
yo te voy a regalar
a ver si te guardas algo
y no lo largas a volar.

Mariposas de alas de agua
no te quieras escapar.
Si te busco no te encuentro,
cuando te encuentro no estas.

Oye amigo
toma la red.
Vamos al rio
ven a pescar.

Oye amiga
dame la mano
que ya es hora
de caminar.
 
(de: Buen dìa, dìa - 1984)


Miguel Ángel Peralta: más conocido como Miguel Abuelo (Naciò en Munro, Argentina, el  21 de marzo de 1946 .- Falleciòn en Munro, el  26 de marzo de1988), fue un músico, multiinstrumentista, poeta y cantante argentino. Fue líder de Los Abuelos de la Nada y autor de canciones como Himno de mi corazón y Cosas mías. Formò parte de la primera camada de pioneros del rock argentino.

Leyendas Argentinas (y de Latinoamèrica)

La leyenda de Pachamama

Hace miles de años, en el cielo surgió la rivalidad entre dos hermanos por el amor de una atractiva y encantadora joven de nombre Pachamama (Diosa Madre Tierra). Ella eligió por esposo a Pachacamac ( Dios Creador del Mundo ), motivando la rebeldía de Wakon ( Dios del Fuego, Dios del Mal ), quien tuvo que ser expulsado del reino celestial por designio de todos los dioses. Lleno de ira, Wakon ocasionó desastres en la tierra: sequías e inundaciones, hambre y muerte.
 
Conmovido por el efecto devastador de la furiosa descarga de cólera y odio de su hermano contra el mundo, Pachacamac descendió del cielo y venció a  Wakon en una feroz pelea, restableciendo el orden en el planeta. Entonces, como seres mortales, Pachacamac y Pachamama reinaron en la tierra, mientras el rendido Wakon fue desterrado, condenado a vivir en la sombra, en cuevas de las montañas más lejanas, con la advertencia de no regresar jamás.
 
Durante la época de florecimiento que sobrevino, la pareja divina tuvo dos gemelos, varón y mujer, llamados Wilkas; pero la felicidad se cortó abruptamente cuando Pachacamac cae al mar de Lurín (Lima ) y muere, quedando convertido en una isla. Entonces el silencio y las tinieblas cubrieron el mundo.
 
A pesar de la tristeza y la oscuridad, Pachamama y sus niños no desfallecieron. Caminaron sin rumbo en la noche interminable, teniendo que esconderse a menudo de enormes monstruos; su esencia divina les permitía mantener la agilidad mental para salir ilesos de cualquier adversidad y continuar la marcha errante. Cuando se hallaban por las tierras de Canta (sierra de Lima), vieron un pequeño resplandor de fuego en las alturas y no dudaron en ir hacia él, ignorando que aquel resplandor, esa única luz de esperanza, provenía de la cueva de Waqon.
 
Al llegar, cuentan sus penurias y reciben la ayuda de un desconocido Wakon; éste se las ingenia para quedarse solo con la bella Pachamama — envía a los pequeños a traer agua en una vasija rajada — y trata de seducirla, pero ella lo rechaza.  Sumamente encolerizado Wakon la mata a golpes, la descuartiza y devora su carne; el demonio antropófago se regocija todavía con los huesos en las manos y restos de  sangre fresca en la boca, mientras el espíritu de Pachamama se aleja  para  convertirse  en  la  Cordillera «La Viuda» ( Andes Centrales, límite de Lima, Junín y Pasco ).
 
Habiéndose ingeniado para parchar la vasija con arcilla y hojas verdes, los hermanitos regresan con el agua. Miran por todos lados, buscan llorando a su madre; el tío se apura en decirles que ha salido y le ha pedido  que los cuide hasta su regreso. Wakon pretendía realmente devorárselos, después de engordarlos lo suficiente; felizmente, aparece el Huaychao ( ave andina que anuncia la salida del sol ) para contarles que su madre fue asesinada y devorada por su tío.
 
Los gemelos huyen, corren sin parar, temen a la muerte que viene tras ellos. En el trayecto, diversos animales ofrecen distraer al malvado persecutor; avanzan y avanzan, demostrando valor, a pesar que sus delgadas piernas se van rindiendo; muy cansados ya, una zorra los oculta en su madriguera.
 
Al mismo tiempo, Wakon recorre velozmente los caminos, pregunta al cóndor, al jaguar, a la serpiente y a otros animales que va encontrando a su paso, pero ninguno le da una buena pista. Finalmente, se encuentra con la zorra, quien le dice que los niños vendrán si canta desde la montaña más alta, imitando la voz de Pachamama. Crédulo y poco sagaz, Wakon emprende una rauda carrera hacia la cumbre pero, faltando muy poco para llegar, pisa una piedra aflojada adrede por los animales y cae al abismo, ocasionando su muerte fortísimos temblores.
 
Los Wilkas  se salvaron, pero han quedado en la orfandad, sólo tienen a la zorra que hace lo posible para que no mueran de hambre, alimentándolos incluso  con su sangre; viven tristes, sin tener siquiera alguna esperanza de que su suerte cambie. Pero como nada terrenal es eterno, pronto el destino los llevaría por un rumbo jamás imaginado.
 
Cierto día en que  salieron  al campo a recoger papas, en uno de los surcos  encontraron una oca grande en forma de muñeca y se pusieron a jugar con ella  hasta que se partió en pedazos; desconsolados se quedaron dormidos. Su padre Pachacamac que los miraba  desde el cielo sintió la más profunda pena y en ese instante decidió llevarlos junto a él.
 
Al despertarse, la niña contó a su hermanito que tuvo un sueño en el que  tiraba su sombrero y ropas al aire y arriba se quedaban; ella estaba acalorada y él no supo qué decirle. Sentados al borde de la chacra, ambos se hallaban confundidos, contrariados, tratando de interpretar el sueño, cuando de repente vieron bajar del cielo dos cuerdas doradas; se miraron sorprendidos y, empujados más que nada por la curiosidad, decidieron treparse en ellas y subir para saber hacia dónde conducían. El ascenso fue sencillo, porque las cuerdas se recogían suavemente como si alguien las jalara; los Wilkas llegaron al cielo y no tardaron en experimentar la felicidad absoluta, al encontrar vivo a su amoroso padre Pachacamac, quien los premió dándoles un lugar de privilegio en su reino, quedando transformados en el Sol y la Luna. Así  terminaba  la época de oscuridad total en la tierra, dando paso al día y la noche.
          
 (Fuente: Misterio a la Orden)

Libros


- La rabia es mi mejor poema (poemas) , de Darìo Carlos Dassiè. Còrdoba (Argentina)
 112 pàg.  ISBN 978-987-26047-9-0
Ediciones Pornos. Colecciòn Pornos. Poesìa Latinoamericana
Argentina. 2012
 
Costo fijo
 
Que tanto vale mi pellejo
como para arriesgarlo
que tanto vale
que tanto pago
 
què es lo que tiene
y lo que no tiene
precio
 
no sabría decírtelo
 
muchos juran
que no vale màs que respirar
 
pero estoy en posición de decirte
que vivir me cuesta
la muerte
 
y no tengo alternativa
màs que me sea
suficiente
 
para romperme los nudillos
otra vez
 
a por tì
 
                     pág. 11
 
Vicios
 
Tengo los vicios de un perdedor.
El amor
La Poesìa
La imaginación.
 
Tengo los vicios obstinados.
Canallas
Irreverentes
Rebeldes.
 
Tengo los vicios de un loco.
Incongruentes
Desafinados
Inauditos.
 
Tengo los vicios vencidos
Encarcelados
Moribundos
Destartalados.
 
Tengo los vicios que abandonaste
Perdidos
Heridos
Absortos.
 
Y tengo mis vicios
y ellos a mi.
 
Màs yo no me tengo,
Me soy tuyo.
 
Ese es mi vicio.
 
               Pàg.53/54
 
 
Gemido
 
Hoy la rabia
me diò un suspiro
y tu aguja siempre presente
se colò tan subrepticiamente
y calò tan hondo
que casi fue agradable
 
Gracias al amor
         que existe el dolor
 
y viceversa
 
                pàg. 71
 
 
El arte de volver a creer
 
Las vías  tiemblan
los trenes pasan
los corazones esperan.
 
la muerte no es nada
absolutamente, nada
 
un año o un segundo
puede que sólo dependa de nosotros
 
puede  que un fragmento sea el todo de algo roto
puede que oficiar de carceleros sea tan ambiguo
como ser al mismo tiempo el condenado
 
¿y los sueños?
 
no intentes atraparlos
deja que sean ellos
los que vengan por tì
 
esto no es poesía
es solo un lágrima de incoherencia
rodando por  la fuerza inútil, por la impotencia
cuando la lágrima se parte
 
                                              algo nace.
 
El arte de volver a creer
 
                                Pàg.81

 
Darìo Dassie: Naciò en Laborde (Còrdoba). Reside en la actualidad en Còrdoba Capital (Argentina)

 Contacto: dcdescritos @gmail. com.

Ana Gervasio


el país inconcluso
 
es otro lugar el que la habita
no es el muelle de estrellas
ni es la voz querida
es un puerto con flores
siempre a punto de morir
se desgarró el cielo que la guarecía
llovió sobre su cuerpo pequeño y frágil
llovió por siglos
se desbordó de vida
tanto atajo imprevisto
tanta guerra
tanta herida de muerte en su vestido
una eterna llovizna de gestos inconclusos
de caricias esquivas
de faro clandestino
iluminando el dulce misterio de los días.
 
paisaje quieto
 
saldré a la calle, ensayaré una pirueta
un salto mortal en la avenida,
en las paredes prosperará la hierba.
estamparé en los balcones un edicto de pájaros.
escribiré un graffiti.
un manifiesto a favor de los insurgentes.
resistirá, una vez más, la frágil cuerda.
discutiré otra vez el deseo y la muerte.
se cerrarán mis puños y golpearán las sombras,
rugiré el hastío hasta cansarme,
temblaré hasta caer rendida del último peldaño,
destrozaré los límites de la celda
miraré la hora una y otra vez.
regresaré a mi casa. encenderé la lámpara.
abandonaré mi vestido en el umbral.
dejaré caer el agua. estiraré el mantel.
esperaré, todavía un rato más,
hasta alcanzarlo,
hasta rozar su devenir callado,
su mirada de niebla, su destino de barco,
hasta ver su figura invisible apoyada en la silla
y volver a encontrarlo en mi paisaje quieto.
 
cautiva
 
buenos aires renueva sus ventanas inútiles
—no hablo para nadie—
un diluvio sacude el desamparo,
el mar se derrama en mi lámpara,
se incendia la casa.
mi niña cautiva baila
como "una caricia girando en el viento"
y las luces se encienden.
un desconocido profana el reloj en la pared,
aturde el deseo de vivir, desgarra la mañana,
atraviesa las flores como una sombra
(mi cuerpo sueña con un vestido de estrellas
mientras él cuelga del techo,
como un pájaro perdido)
 
(del libro: “”La calle de los pájaros- 2015)

Naciò en la localidad de Italò (Còrdoba). Reside en la actualidad en Buenos Aires.
Publicò : “La calle de los pàjaros” (poesía)

Oliverio Girondo


Respondo en blanco vivo
 
Blanca de blanca asfixia
y exangüe  blanca vida,
a quien el blanco helado
nevó la blanca mano
de blanca aparecida,
mientras el blanco espanto
blanqueaba su mejilla
de blanca ausencia herida,
al ceñir su blancura
de intacta blanca luna
y blanca despedida.
 
Nocturno 5
 
La lluvia
con frecuencia
penetra por mis poros
ablanda mis tendones,
traspasa mis arterias,
me impregna,
poco a poco,
los huesos,
la memoria.
 
Entonces,
me  refugio
en un rincón cualquiera
y estirado en el suelo
escucho,
durante horas,
el ritmo de las gotas
que manan de mi carne,
como de una gotera.
 
 
Aparición urbana
 
¿Surgió de bajho de la tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre lo ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tal blanco.
 
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un àngel.
 

(del libro: “Calcomanías, espantapájaros, nocturnos y embelecos” Ed. Mandori, 1999).

Naciò en Buenos Aires en 1981. Falleció en su ciudad natal en 1967
Publicò: Veinte poemas para ser leídos e el tranvía; Calcomanías, espantapájaros, nocturnos y embelecos (al alcance de todos ; Persuasión de los días; En la masmèdula.