sábado, 19 de marzo de 2016
El Rescatador
Epistolario:
Una Rama Literaria
Escribe:
Celso R. Dal Maso
Huinca Renancò (còrdoba) Argentina
Desde la tierna infancia, en que escribimos
nuestra garabateada primera carta a los reyes
magos, y luego en el transcurso de nuestras
vidas, en màs ò menos cantidad, hemos escrito
cartas, sinónimo de esperanzas, de emoción,
consuelo ò alegría.
La carta esperada, deseada, escrita por un puño
juvenil, quizás la del conscripto que espera
ansioso, que llega del terruño natal, de su
madre, de su padre, de su hermana, su novia, o
la amiga de la infancia. Las cartas nos dan la
oportunidad de improvisar y hacer reflexiones
que hablando quizás no se nos hubiesen ocurrido,
asì mismo pueden ser adornadas con metáforas,
apotegmas, descripciones, humorismo, anécdotas,
y que en un conjunto harán la delicia de quienes
la lean, llegando a veces al brillo sin que
decaiga su caudal íntimo e informativo, dando
satisfacción a quien escribe y al lector.
Pensemos que, casi por el
valor de siete caramelos, podemos hacer llegar
una carta a cualquier punto del país. En
Francia, unos alpinistas encontraron una saca
conteniendo correspondencia transportada por un
avión que se estrelló cerca del ligar del
hallazgo hace … treinta años. El correo procedió
a entre gar las cartas a sus respectivos
destinatarios, imaginaos la sorpresa de quienes
recibieron las cartas con tanto atraso, si es
que aùn estaban en el mundo de los vivos. Quizás
la carta
màs
demorada haya sido la que envió un soldado de
Carlos II a la señora Margaretha
Nilsdotter de
Suecia, la carta llegó sin inconveniente a
Copenhague pero allì se quedó porque Dinamarca
estaba en guerra con Suecia en 1711.
Recientemente el correo danès procedió a
enviarla a Suecia, pero al no aparecer
descendiente del destinatario, la carta fuè a
parar a un museo. Habìan transcurrido nada menos
que 270 años
Las cartas, son medios muy ùtiles para los
tìmidos y para quienes traicionados por los
nervios, no pueden expresarse verbalmente con
elocuencia, asi mismo para aquellos que deben
comunicar o pedir algo muy trascendente en su
vida, como una declaración de amor.
Cartas hay que son testigo y os describen toda
un época, como las de Marìa de Rabutin-Chantal,
màs conocida como Madame De Sevignè (apellido de
casada), (1626-1696).
Esta dama tan mundana y
elegante como espiritual, dejó a la posteridad
un total de 1500 cartas escritas a sus amigos y
también a su hija Francisca Margarita; reflejan
admirablemente la sociedad de su época, las
infamias y esplendores de la corte francesa,
intrigas, hechos históricos y mundanos,
rivalidades y secretos escandalosos, relatados
en
un
estilo brillante, profundo y sicològico. Madame
de Sevignè, sin proponérselo, nos revela los
pormenores de una época, y de no haber escrito
esas cartas, su talento como escritora hubiese
pasado desapercibido.
Otras cartas que también
nos llegan del pasado, pueden ser o solo
históricas sino también proféticas, como las
cartas que escribió en latìn Santa Odelia en el
año 660 a su hermano, el príncipe de Francia. En
esas cartas, Santa Odelia relata a su hermano
unos sueños que se repetían con insistencia e
inquietante realismo; se trataba de una guerra
pavorosa, descripta como lo hubiese hecho una
persona de esa época en que no existían aviones
ni submarinos, empero la narración coincide
asombrosamente con la última guerra mundial a
partir del 30 de enero de 1933 al convertirse
Hitler en canciller de Alemania.
“Alemania llevarà la fama
de ser la nación màs beligrante del
mundo entero.
En su vientre engendrará un
guerrero terrible (por Hitler) “ “convirtiéndose
en
un jefe extraordinario, llegarà desde las
márgenes del Danubio” “El vencedor alcanzará el
apogeo de su gloria aproximadamente durante la
mitad del sexto mes del segundo año del comienzo
de las agresiones” “La duración de la segunda
parte de la lucha será igual a la mitad de la
primera”, “entonces veinte naciones se batirán”
“la tercera etapa será la màs breve y el
conquistador habrá perdido ya la fe en sus
guerreros”, “las tierras del conquistador serán
ocupadas y saqueadas”, “en oriente, donde las
tropas del conquistador perecerán de una extraña
enfermedad (refiriéndose a las enfermedades de
imposible diagnóstico provocadas por los
estallidos nucleares de Hiroshima .( 6/8/45) y
Nagaski
(9/8/45)
y las posteriores mutaciones biológicas) “sin
embargo, las guerras seguirán y será el
principio del fin”.
Si paseamos nuestra mirada por los últimos
treinta años, comprobaremos que, en efecto, las
guerras continuaron, y según la carta, seria
este el principio. Solo nos resta elevar una
plegaria para que no se cumpla la postrer
profecía.
La epístola, una rama literaria que
aparentemente se extingue por el trajín diario,
la TV, la radio, los pasacassettes, en realidad
sigue vigente en los propicios momentos de
recogimiento en que deseamos comunicarnos
literaria y espiritualmente.
De todas las cartas que recibimos durante
nuestra existencia, quizás la menos deseada, sea
por lo dramático de su contenido, y por el sabor
a impotencia que nos deja, el mensaje del
suicida, con su lùcido y póstumo llamado de
amor.-
Jorge W. Àbalos
Guilli Llampa murió en la puna
jujeña. Su muerte me despierta un dolor
profundo, casi visceral. Se que su recuerdo me
mortificará siempre ; porque para mi, él se
morirá mil y mil veces.
Ese collita moreno, de ojos
ligeramente rasgados, de cabello áspero y
renegrido, con ojotas, poncho de llama y
sombrero ovejuno, Güilli el pacífico, el
benévolo, el dulce, el suave, como su apellido
quichua lo sugiere, se murió porque quiso
aprender a leer. El deseaba agrandar el
horizonte que le cerraban los cabrosos picos
andinos; y día tras día, trepando cerros,
bordeando hondonadas, bajando cuestas iba a la
escuela silvestre en donde con un grupo de
changos como él, aprendía el abecedario y
comenzaba a comprender que pertenecía a una
patria mucho más grande de lo que sus montañas
le dejaban ver.
Esa fría tarde, Güilli regresa
de la escuela a su casa. El camino es largo y
escarpado, pero él es un montañés con pulmones
de altura y pantorrillas de acero. Su sobado
libro de lectura - que le muestra niños
rozagantes, limpios, de blancos guardapolvos- y
su cuaderno de desprolijas hojas de puntas
enrolladas, llenas de signos escritos
trabajosamente al lado del fogón, se aprietan en
su mano. Güilli camina y camina.
En su rancho de piedra y barro
lo espera el abrigo seguro, el fuego encendido,
el locro humeante y la tibieza acogedora de su
madre. Apresura el paso; él piensa ahora e la
tortilla cocida al rescoldo. Al alcanzar una
meseta, un ramalazo de viento helado lo
conmueve. Unas rocas le ofrecen refugio
tentador. Descansará un rato y luego seguirá. Se
acurruca y se siente cómodo. Poco a poco va
cayendo en una grata modorra. En el cielo azul
Chaska Koyllur el lucero, ha comenzado a brillar
tenuemente; Güilli se ha quedado mirándolo …
(Guilli
Llampa duerme tranquilo. Un gran suri blanco, el
Espíritu de la Montaña, vigila su sueño y lo
arropa con sus alas Chaska Koyllur, como un gran
ojo del cielo, lo mira).-
Naciò
en 1915 en la ciudad
de La Plata. Considerado como uno de los mas
sobresalientes escritores de
Amèrica en los
últimos tiempos, Jorge W. Abalos, supo ganarse
el afecto de quienes lo conocieron, asi también
de sus lectores, a través de su benemérita obra
comprendida en el área de la ciencia y la
literatura
Publicò: Shunko” (traducido en varios idiomas),
“Animales, Coplas y Leyendas”; “Norte Pencoso”,
“Que sabe usted de víboras”, etc; tiene además
publicado 60 trabaos sobre investigación
científica.
Jorge
W. Abalos, falleció en octubre de 1979, en la
ciudad de Còrdoba, donde residía desde hace
tiempo.-
Miguel Abuelo
Mariposas de madera
Miguel Abuelo
Mariposas de madera
yo te voy a regalar
a ver si te guardas algo
y no lo largas a volar.
Mariposas de alas de agua
no te quieras escapar.
Si te busco no te encuentro,
cuando te encuentro no estas.
Oye amigo
toma la red.
Vamos al rio
ven a pescar.
Oye amiga
dame la mano
que ya es hora
de caminar.
yo te voy a regalar
a ver si te guardas algo
y no lo largas a volar.
Mariposas de alas de agua
no te quieras escapar.
Si te busco no te encuentro,
cuando te encuentro no estas.
Oye amigo
toma la red.
Vamos al rio
ven a pescar.
Oye amiga
dame la mano
que ya es hora
de caminar.
(de: Buen dìa, dìa - 1984)
Miguel Ángel
Peralta:
más conocido como Miguel Abuelo (Naciò
en Munro, Argentina, el
21 de marzo de 1946
.- Falleciòn en Munro, el
26 de marzo de1988), fue un músico,
multiinstrumentista, poeta y cantante argentino.
Fue líder de Los Abuelos de la Nada y autor de
canciones como Himno de mi corazón y Cosas mías.
Formò parte de la primera camada de pioneros del
rock argentino.
Leyendas Argentinas (y de Latinoamèrica)
Hace miles de años, en el cielo surgió la
rivalidad entre dos hermanos por el amor de una
atractiva y encantadora joven de nombre
Pachamama (Diosa Madre Tierra). Ella eligió por
esposo a Pachacamac ( Dios Creador del Mundo ),
motivando la rebeldía de Wakon ( Dios del Fuego,
Dios del Mal ), quien tuvo que ser expulsado del
reino celestial por designio de todos los
dioses. Lleno de ira, Wakon ocasionó desastres
en la tierra: sequías e inundaciones, hambre y
muerte.
Conmovido por el efecto
devastador de la furiosa descarga de cólera y
odio de su hermano contra el mundo, Pachacamac
descendió del cielo y venció a
Wakon en una feroz
pelea, restableciendo el orden en el planeta.
Entonces, como seres mortales, Pachacamac y
Pachamama reinaron en la tierra, mientras el
rendido Wakon fue desterrado, condenado a vivir
en la sombra, en cuevas de las montañas más
lejanas, con la advertencia de no regresar
jamás.
Durante la época de
florecimiento que sobrevino, la pareja divina
tuvo dos gemelos, varón y mujer, llamados Wilkas;
pero la felicidad se cortó abruptamente cuando
Pachacamac cae al mar de Lurín (Lima ) y muere,
quedando convertido en una isla. Entonces el
silencio y las tinieblas cubrieron el mundo.
A pesar de la tristeza y la
oscuridad, Pachamama y sus niños no
desfallecieron. Caminaron sin rumbo en la noche
interminable, teniendo que esconderse a menudo
de enormes monstruos; su esencia divina les
permitía mantener la agilidad mental para salir
ilesos de cualquier adversidad y continuar la
marcha errante. Cuando se hallaban por las
tierras de Canta (sierra de Lima), vieron un
pequeño resplandor de fuego en las alturas y no
dudaron en ir hacia él, ignorando que aquel
resplandor, esa única luz de esperanza, provenía
de la cueva de Waqon.
Al llegar, cuentan sus
penurias y reciben la ayuda de un desconocido
Wakon; éste se las ingenia para quedarse solo
con la bella Pachamama — envía a los pequeños a
traer agua en una vasija rajada — y trata de
seducirla, pero ella lo rechaza.
Sumamente
encolerizado Wakon la mata a golpes, la
descuartiza y devora su carne; el demonio
antropófago se regocija todavía con los huesos
en las manos y restos de
sangre fresca en la
boca, mientras el espíritu de Pachamama se aleja
para
convertirse
en
la
Cordillera «La
Viuda» ( Andes Centrales, límite de Lima, Junín
y Pasco ).
Habiéndose ingeniado para
parchar la vasija con arcilla y hojas verdes,
los hermanitos regresan con el agua. Miran por
todos lados, buscan llorando a su madre; el tío
se apura en decirles que ha salido y le ha
pedido
que los cuide hasta
su regreso. Wakon pretendía realmente
devorárselos, después de engordarlos lo
suficiente; felizmente, aparece el Huaychao (
ave andina que anuncia la salida del sol ) para
contarles que su madre fue asesinada y devorada
por su tío.
Los gemelos huyen, corren sin parar, temen a la
muerte que viene tras ellos. En el trayecto,
diversos animales ofrecen distraer al malvado
persecutor; avanzan y avanzan, demostrando
valor, a pesar que sus delgadas piernas se van
rindiendo; muy cansados ya, una zorra los oculta
en su madriguera.
Al mismo tiempo, Wakon
recorre velozmente los caminos, pregunta al
cóndor, al jaguar, a la serpiente y a otros
animales que va encontrando a su paso, pero
ninguno le da una buena pista. Finalmente, se
encuentra con la zorra, quien le dice que los
niños vendrán si canta desde la montaña más
alta, imitando la voz de Pachamama. Crédulo y
poco sagaz, Wakon emprende una rauda carrera
hacia la cumbre pero, faltando muy poco para
llegar, pisa una piedra aflojada adrede por los
animales y cae al abismo, ocasionando su muerte
fortísimos temblores.
Los Wilkas
se salvaron, pero
han quedado en la orfandad, sólo tienen a la
zorra que hace lo posible para que no mueran de
hambre, alimentándolos incluso
con su sangre; viven
tristes, sin tener siquiera alguna esperanza de
que su suerte cambie. Pero como nada terrenal es
eterno, pronto el destino los llevaría por un
rumbo jamás imaginado.
Cierto día en que
salieron
al campo a recoger
papas, en uno de los surcos
encontraron una oca
grande en forma de muñeca y se pusieron a jugar
con ella
hasta que se partió
en pedazos; desconsolados se quedaron dormidos.
Su padre Pachacamac que los miraba
desde el cielo
sintió la más profunda pena y en ese instante
decidió llevarlos junto a él.
Al despertarse, la niña
contó a su hermanito que tuvo un sueño en el que
tiraba su sombrero y
ropas al aire y arriba se quedaban; ella estaba
acalorada y él no supo qué decirle. Sentados al
borde de la chacra, ambos se hallaban
confundidos, contrariados, tratando de
interpretar el sueño, cuando de repente vieron
bajar del cielo dos cuerdas doradas; se miraron
sorprendidos y, empujados más que nada por la
curiosidad, decidieron treparse en ellas y subir
para saber hacia dónde conducían. El ascenso fue
sencillo, porque las cuerdas se recogían
suavemente como si alguien las jalara; los
Wilkas llegaron al cielo y no tardaron en
experimentar la felicidad absoluta, al encontrar
vivo a su amoroso padre Pachacamac, quien los
premió dándoles un lugar de privilegio en su
reino, quedando transformados en el Sol y la
Luna. Así
terminaba
la época de
oscuridad total en la tierra, dando paso al día
y la noche.
(Fuente: Misterio a la Orden)
Libros
112 pàg. ISBN 978-987-26047-9-0
Ediciones Pornos. Colecciòn Pornos. Poesìa
Latinoamericana
Argentina. 2012
Costo fijo
Que tanto vale mi pellejo
como para arriesgarlo
que tanto vale
que tanto pago
què es lo que tiene
y lo que no tiene
precio
no sabría decírtelo
muchos juran
que no vale màs que respirar
pero estoy en posición de decirte
que vivir me cuesta
la muerte
y no tengo alternativa
màs que me sea
suficiente
para romperme los nudillos
otra vez
a por tì
pág. 11
Vicios
Tengo los vicios de un perdedor.
El amor
La Poesìa
La imaginación.
Tengo los vicios obstinados.
Canallas
Irreverentes
Rebeldes.
Tengo los vicios de un loco.
Incongruentes
Desafinados
Inauditos.
Tengo los vicios vencidos
Encarcelados
Moribundos
Destartalados.
Tengo los vicios que abandonaste
Perdidos
Heridos
Absortos.
Y tengo mis vicios
y ellos a mi.
Màs yo no me tengo,
Me soy tuyo.
Ese es mi vicio.
Pàg.53/54
Gemido
Hoy la rabia
me diò un suspiro
y tu aguja siempre presente
se colò tan subrepticiamente
y calò tan hondo
que casi fue agradable
Gracias al amor
que existe el dolor
y viceversa
pàg. 71
El arte de volver a creer
Las vías
tiemblan
los trenes pasan
los corazones esperan.
la muerte no es nada
absolutamente, nada
un año o un segundo
puede que sólo dependa de nosotros
puede
que
un fragmento sea el todo de algo roto
puede que oficiar de carceleros sea tan ambiguo
como ser al mismo tiempo el condenado
¿y los sueños?
no intentes atraparlos
deja que sean ellos
los que vengan por tì
esto no es poesía
es solo un lágrima de incoherencia
rodando por
la fuerza inútil,
por la impotencia
cuando la lágrima se parte
algo nace.
El arte de volver a creer
Pàg.81
Darìo Dassie:
Naciò en Laborde (Còrdoba). Reside en la
actualidad en Còrdoba Capital (Argentina)
Contacto: dcdescritos
@gmail. com.
Ana Gervasio
el país inconcluso
es otro lugar el que la habita
no es el muelle de estrellas
ni es la voz querida
es un puerto con flores
siempre a punto de morir
se desgarró el cielo que la guarecía
llovió sobre su cuerpo pequeño y frágil
llovió por siglos
se desbordó de vida
tanto atajo imprevisto
tanta guerra
tanta herida de muerte en su vestido
una eterna llovizna de gestos inconclusos
de caricias esquivas
de faro clandestino
iluminando el dulce misterio de los días.
paisaje quieto
saldré a la calle, ensayaré una pirueta
un salto mortal en la avenida,
en las paredes prosperará la hierba.
estamparé en los balcones un edicto de pájaros.
escribiré un graffiti.
un manifiesto a favor de los insurgentes.
resistirá, una vez más, la frágil cuerda.
discutiré otra vez el deseo y la muerte.
se cerrarán mis puños y golpearán las sombras,
rugiré el hastío hasta cansarme,
temblaré hasta caer rendida del último peldaño,
destrozaré los límites de la celda
miraré la hora una y otra vez.
regresaré a mi casa. encenderé la lámpara.
abandonaré mi vestido en el umbral.
dejaré caer el agua. estiraré el mantel.
esperaré, todavía un rato más,
hasta alcanzarlo,
hasta rozar su devenir callado,
su mirada de niebla, su destino de barco,
hasta ver su figura invisible apoyada en la
silla
y volver a encontrarlo en mi paisaje quieto.
cautiva
buenos aires renueva sus ventanas inútiles
—no hablo para nadie—
un diluvio sacude el desamparo,
el mar se derrama en mi lámpara,
se incendia la casa.
mi niña cautiva baila
como "una caricia girando en el viento"
y las luces se encienden.
un desconocido profana el reloj en la pared,
aturde el deseo de vivir, desgarra la mañana,
atraviesa las flores como una sombra
(mi cuerpo sueña con un vestido de estrellas
mientras él cuelga del techo,
como un pájaro perdido)
(del libro: “”La calle de los pájaros- 2015)
Naciò en la localidad
de Italò (Còrdoba). Reside en la actualidad en
Buenos Aires.
Publicò : “La calle de los
pàjaros” (poesía)
Contacto:
ana.grvs@gmail.com
Oliverio Girondo
Respondo en blanco vivo
Blanca de blanca asfixia
y exangüe
blanca
vida,
a quien el blanco helado
nevó la blanca mano
de blanca aparecida,
mientras el blanco espanto
blanqueaba su mejilla
de blanca ausencia herida,
al ceñir su blancura
de intacta blanca luna
y blanca despedida.
Nocturno 5
La lluvia
con frecuencia
penetra por mis poros
ablanda mis tendones,
traspasa mis arterias,
me impregna,
poco a poco,
los huesos,
la memoria.
Entonces,
me
refugio
en un rincón cualquiera
y estirado en el suelo
escucho,
durante horas,
el ritmo de las gotas
que manan de mi carne,
como de una gotera.
Aparición urbana
¿Surgió de bajho de la tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre lo ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tal blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un àngel.
(del libro: “Calcomanías, espantapájaros,
nocturnos y embelecos” Ed. Mandori, 1999).
Naciò en Buenos Aires en 1981. Falleció en su
ciudad natal en 1967.
Publicò: Veinte poemas para ser leídos e el
tranvía; Calcomanías, espantapájaros, nocturnos
y embelecos (al alcance de todos ; Persuasión de
los días; En la masmèdula.
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