Yo
soy un hombre sincero Yo
soy un hombre sincero de
donde crece la palma, y
antes de morirme quiero echar
mis versos del alma. Yo
vengo de todas partes y
hacia todas partes voy: arte
soy entre las artes, en
los montes, montes soy. Yo
sé los nombres extraños de
las yerbas y las flores, y
de mortales engaños y
de sublimes dolores. Yo
he visto en la noche oscura llover
sobre mi cabeza los
rayos de lumbre pura de
la divina belleza. Alas
nacer vi en los hombros de
las mujeres hermosas: y
salir de los escombros volando
las mariposas. He
visto vivir a un hombre con
el puñal al costado, sin
decir jamás el nombre de
aquella que lo ha matado. Rápida,
como un reflejo, dos
veces vi el alma, dos: cuando
murió el pobre viejo, cuando
ella me dijo a diós. Temblé
una vez, —en la reja, a
la entrada de la viña,— cuando
la bárbara abeja picó
en la frente a mi niña. Gocé
una vez, de tal suerte que
gocé cual nunca: —cuando la
sentencia de mi muerte leyó
el alcaide llorando. Oigo
un suspiro, a través de
las tierras y la mar, y
no es un suspiro,—es que
mi hijo va a despertar. Si
dicen que del joyero tome
la joya mejor, tomo
a un amigo sincero y
pongo a un lado el amor. Yo
he visto al águila herida volar
al azul sereno, y
morir en su guarida la
víbora del veneno. Yo
sé bien que cuando el mundo cede,
lívido, al descanso, sobre
el silencio profundo murmura
el arroyo manso. Yo
he puesto la mano osada, de
horror y júbilo yerta, sobre
la estrella apagada que
cayó sobre mi puerta. Oculto
en mi pecho bravo la
pena que me lo hiere: el
hijo de un pueblo esclavo vive
por él, calla y muere. Todo
es hermoso y constante, todo
es música y razón, y
todo, como el diamante, antes
que luz es carbón. Yo
sé que el necio se entierra con
gran lujo y con gran llanto, — y
que no hay fruta en la tierra como
la del camposanto. Callo,
y entiendo, y me quito la
pompa del rimador: cuelgo
de un árbol marchito mi
muceta de doctor. XXXIV ¡Penas!
¿Quién osa decir Que
tengo yo penas? Luego, Después del rayo, y del fuego, Tendré
tiempo de sufrir. Yo
sé de un pesar profundo Entre
las penas sin nombres: ¡La
esclavitud de los hombres Es
la gran pena del mundo! Hay
montes, y hay que subir Los
montes altos; ¡después Veremos,
alma, quién es Quien
te me ha puesto al morir! (de:Versos sencillos) La
niña de Guatemala Quiero,
a la sombra de un ala, contar
este cuento en flor: la
niña de Guatemala, la
que se murió de amor. Eran
de lirios los ramos; y
las orlas de reseda y
de jazmín; la enterramos en
una caja de seda... Ella
dio al desmemoriado una
almohadilla de olor; él
volvió, volvió casado; ella
se murió de amor. Iban
cargándola en andas obispos
y embajadores; detrás
iba el pueblo en tandas, todo
cargado de flores... Ella,
por volverlo a ver, salió
a verlo al mirador; él
volvió con su mujer, ella
se murió de amor. Como
de bronce candente, al
beso de despedida, era
su frente -¡la frente que
más he amado en mi vida!... Se
entró de tarde en el río, la
sacó muerta el doctor; dicen
que murió de frío, yo
sé que murió de amor. Allí,
en la bóveda helada, la
pusieron en dos bancos: besé
su mano afilada, besé
sus zapatos blancos. Callado,
al oscurecer, me
llamó el enterrador; nunca
más he vuelto a ver a
la que murió de amor. Y
te busqué por pueblos Y
te busqué por pueblos, Y
te busqué en las nubes, Y
para hallar tu alma Muchos
lirios abrí, lirios azules. Y
los tristes llorando me dijeron: ?¡Oh,
qué dolor tan vivo! ¡Que
tu alma ha mucho tiempo que vivía En
un lirio amarillo!? Político,
pensador, escritor, periodista, filósofo y poeta cubano de origen español 1853.La Habana (Cuba)- 1895.Dos Ríos (Cuba) 1895. Publicò:Patria
y Libertad (teatro);Abdala(teatro),Amor con amor se paga (teatro); Amor funesto (novela); Ismaelito (poesìa), Versos sencillos (poesía).
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