El gobernador de varias tribus era un feroz cazador que no
apreciaba a los animales, no respetaba las crías ni a las hembras preñadas, y
por su culpa la zona se iba despoblando, quedando empobrecida la fauna del
lugar.
Una mañana fue a cazar y se encontró por los caminos a Llastay,
dios protector de las Aves. Este estaba muy enfadado por el afán desmesurado
del gobernador de asesinar sin control ni piedad a sus criaturas y, sobre todo,
por la falta de respeto hacia lo que la Madre Tierra proporciona para beneficio
de todos los mortales. El dios le avisó de un gran castigo si mantenía su
actitud destructora.
El cazador se asustó con dicha amenaza pero al poco tiempo
reincidió. Así, la Madre Tierra se transformó en persona y le habló para
decirle que si seguía matando le castigaría con la escasez, tanto de alimentos
para comer, como de pieles para protegerse de los rigores invernales. Cuando
desapareció la Madre Tierra, un fuerte huracán llamado Huampi se levantó en
todos los dominios que no respetó el malvado cazador. Desde entonces sopla el
viento por los valles andinos y una voz humana recuerda el castigo al cazador
cruel pidiendo compasión con los animales y respeto a las leyes de la caza.
Leyenda
guaraní
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